El escritor tucumano Daniel Posse ganó un concurso en Estados Unidos
La Nota Latina es una publicación digital dirigida a la población estadounidense de habla hispana que este año celebró la novena edición de su concurso literario “Cuéntale tu cuento a La Nota Latina”. Allí, el jurado eligió ganador en la categoría Internacional el cuento “Alquimia”, del escritor argentino Daniel Edgardo Posse, que además integrará una antología con los otros relatos premiados. Nacido en la localidad tucumana de Aguilares y graduado como licenciado en Comunicación Social en la Universidad de Quilmes, Posse se enteró del certamen, escribió un cuento y lo envió. Aunque reacio a este tipo de certámenes, lo hizo como una forma de “mantener un poco la cordura” durante el encierro que impuso la pandemia.
Daniel es docente, y en medio del caos de una fecha de exámenes se tomó unos minutos para dialogar con Infobae Cultura acerca de su experiencia con el concurso y de su cuento premiado. “Siempre me resistí a participar en concursos, un poco porque considero que, más allá de las cuestiones técnicas, siempre se está supeditado a la subjetividad estética de un grupo de personas; quién te dice que muchos de los que no ganaron no son mejores –comparte el autor–. Además estaba el ingrediente de que soy muy inseguro, y estas dos cosas me impedían hacerlo. Pero en la larga cuarentena que vivimos –donde ese encierro, por lo menos a mí, me hizo creer que era parte de una trama de cine de terror–, escribir, tener horarios y disciplina para hacerlo, y luego enviar mi producción fue una forma de establecer un diálogo y a la vez un anclaje que me sujetó a la cordura”.
—Tenés un libro de cuentos publicado (De sueños y azar). ¿Siempre te gustó escribir ficción?
—Sí, la verdad es que siempre me gustó escribir ficción. No fue algo consciente en mi niñez. Una de mis abuelas, que se llamaba Asunción Varela, una mujer extraordinaria, no sabía ni leer ni escribir, pero era una narradora oral fabulosa. Me contaba historias mientras cocinaba o hacía las tareas del hogar, que implicaban más de 30 nietos, 11 hijos y ayudar en la economía de la casa. Narraba con sumo detalle, generando suspenso y unas ganas incontenibles de seguir escuchando. Fue ella la que afirmó en mí ese mandato. Creo en los mandatos; en los últimos años pareciera que todos son negativos, pero yo creo que los hay positivos, y que esos, por lo menos en mi caso, los rescato, porque no sería quien soy sin la existencia de ellos.
Esa abuela, cuando cumplí diez años, me regaló Cuentos de amor, de locura y de muerte de Horacio Quiroga, libro que tuvo en mí un efecto inmediato: dejé de dormir con almohadas, porque en esa casa el relleno era de plumas, y el otro efecto fue que al entregarme el regalo me dijo: “Quiero que vos puedas leer todo lo que yo no pude”. Ahí me marcó. En ese proceso de ir creciendo y aprendiendo comencé a esbozar mis primeros escritos. Para ese camino fueron esenciales las herramientas que fui adquiriendo desde mi colegio Nicolás Avellaneda y después en la Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Quilmes. También, por supuesto, esa animalidad que me habita, que me llevó y lleva a ser un lector constante.
Mi primer libro, De Sueños y Azar, fue justamente un libro inspirado en mitos y narraciones orales de mi pueblo –Aguilares, en el sur de Tucumán–, y fue mi primera incursión formal como escritor. La ficción es un espacio donde navego a gusto, donde me siento con la absoluta libertad de decir y sentirme parte, de ser otros o parte de otros. Es un lugar en el que me sustento.
—La primera vez que lo hice debo haber tenido unos once años y lo hice desde la poesía, género en el que me considero muy malo, pero que lo sigo haciendo desde un lugar por lo general intimista. Nunca me gustó mostrar mi poesía, y de forma extraña este año participé por primera vez en un concurso de poesía y gané un segundo premio internacional en el Concurso “Viña Joven 2022″, en el Centro Cultural San Antonio de María Claret, en Santiago de Cuba.
Luego de ese inicio desde la lírica a esa corta edad, comencé a intentar contar las historias que escuchaba para después contar las mías, o haciendo juegos de intertextualidad con mitos y fábulas que tenían que ver conmigo, con mis sentidos de pertenencias y mandatos. Al poder surcar en la prosa, me sentí en ese género con una libertad expansiva.
—El tema del concurso de La Nota Latina era la cultura española y latina. ¿Cómo se vincula eso con “Alquimia”, de qué habla ese cuento?
—El concurso “Cuéntale tu cuento a tu Nota Latina” es un concurso que establece categorías, seis para hispanos o latinos residentes en los Estados Unidos, y una séptima que se llama Internacional para residentes en otros países. Cada una de las categorías tiene distintas temáticas; en el caso de la Internacional se debía tomar como tema una costumbre o algo de la cultura del lugar de donde vos provenías. Por eso “Alquimia” es un cuento que habla de una receta típica tucumana como lo es el pastel de novios, un pastel que solo se hace para los casamientos. La receta se transmite de forma oral. Es una comida que es producto del sincretismo que implicó e implica aún hoy el mestizaje, la mezcla de la que somos producto, sobre todo en el Noroeste argentino, donde la cultura española y la de los pueblos originarios, sumadas a la de los inmigrantes, nos nutren a cada paso, porque somos la fusión de culturas que hacen una nueva cultura.
El cuento “Alquimia” es un relato que nos cuenta el momento de una mujer de 45 años, soltera, que es la heredera de la receta familiar del pastel de novios; la heredó de su madre, y ésta de la suya. Pero hacer esta comida posee una suerte de mandato o maldición por la cual, si la mujer que la cocina es soltera, ésta no llega a casarse, por esa razón solo las mujeres casadas lo hacen. Ella lo hace siendo soltera y eso la condenó a transitar su vida sin nunca haber sido atravesada por su concepción del amor. Ella decide cocinar un pastel para ella, y mientras lo va haciendo, mientras va agregando condimentos, va amasando y su memoria va trayendo cosas de su pasado mezclándose con ese instante y con todo su sentir y todo aquello que todavía está pendiente en su vida. Cuando termina su tarea, se sienta a ver el atardecer en su jardín y ahí llega alguien a golpear su puerta. Ese ser que llega deja abierta la puerta a que su destino cambie.